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Amigos

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 23 de octubre de 2015 a las 04:00 hrs.
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Según la Encuesta Nacional Bicentenario 2015, los chilenos tenemos un promedio de 2,5 amigos. En 2006 el promedio era 4,3; y en 2013 había descendido a 3,6. Cerca del 90% de los amigos pertenecen al mismo sexo; los que profesan la misma fe y comparten estudios superiores superan el 80%; más del 73% coinciden en la edad y comuna; el 70% tiene la misma posición política. El chileno busca en el amigo un reflejo de sí mismo. Con razón un 76% de los chilenos sienten que sus amigos “los acompañan en las buenas y en las malas”.

Amigo y amistad tienen como raíz el amor. Dos amigos son dos personas que se aman. En ese nivel, el amor de amistad no implica la connotación sexual que sí tiene en el matrimonio. El matrimonio lo conforman un varón y una mujer que se aman y significan su amor fundiéndose en un mutuo éxtasis, hasta hacerse los dos como uno solo. Todos los casados son, debieran ser y permanecer amigos. No todos los amigos se casan entre sí. El amor de amistad lo describió sabiamente Aristóteles, cuatro siglos antes de Cristo, en su Ética a Nicómaco. El amigo, según el Filósofo, 1) quiere que su amigo exista y viva: no imagina el universo y su historia sin la presencia de su amigo. Suele decirle, con sincero afecto: “no te mueras nunca”. Y cuando se muere, la amistad no se interrumpe ni desvanece, se vigoriza y perpetúa; 2) quiere el bien de su amigo: nótese bien, el amor de amistad no es de concupiscencia ( te quiero porque ME haces falta y bien) sino de benevolencia ( te quiero porque TE quiero, me importas tú tanto o más de lo que yo me importo) ; 3) trabaja por el bien de su amigo: su relación e interés no se limitan a lo afectivo, buscan materializarse en lo efectivo, acompañando, sirviendo, aconsejando, corrigiendo, dando, perdonando; 4) convive gratamente con él: el sentido originario del verbo “conversar” es más que hablarse y escucharse, es encontrarse y estar juntos, no necesariamente bajo un mismo techo, es pensar en el otro, relacionar con él noticias, fechas y lugares, deleitarse en verlo, saber cómo y dónde está, qué comió, cómo le fue en sus diligencias, exámenes y viajes. Conversar es permanecer espiritualmente juntos, presencialmente unidos; y 5) intercambia con su amigo el corazón, alegrías y tristezas, bienes y destino: hoy lo llamamos solidaridad, lo mío es tuyo, lo que te afecta a ti me duele y me alegra a mí, tú y yo somos uno.

Así resulta fácil entender: a) que un amigo fiel sea un tesoro de incalculable valor; b) por qué tenemos tan pocos amigos; y c) por qué Jesús, sin ser Roberto Carlos, tiene más de mil millones de amigos.

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